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Last Updated on abril 16, 2021 by Elizabeth Minda-Aluisa


Para el 2021, según datos del Digital 2021, casi el 60% de la población mundial ya está en línea. Sin embargo, la necesidad de buscar información sobre la COVID-19 afectó significativamente el número de usuarios de la información en línea, por lo que las cifras reales podrían ser mayores.

Por otra parte, en todo el mundo, más de 5.220 millones de personas utilizan el teléfono móvil, lo que equivale al 66.6% de la población total. Los usuarios únicos de móvil han crecido un 1,8% desde enero del 2020, mientras que el número total de conexiones móviles ha aumentado en 72 millones para alcanzar un total de 8.020 millones a principios del 2021.

De la misma forma, 4.660 millones de personas en todo el mundo utilizan Internet en datos de enero del 2021, lo que supone un aumento de 7,3% y al igual que muchos de los datos antes mencionados la COVID-19 ha afectado la información, por lo que las cifras podrían ser ascendentes.

Si ya hablamos de redes sociales el número de usuarios aumentó en más de un 13% durante el año pasado, con casi 500 millones de nuevos usuarios que elevaron el total mundial a casi 4.200 millones a principios de 2021.

La información reportada en el Digital 2021, nos muestra también datos promedio que indican que un usuario típico de las redes sociales pasa aproximadamente 2 horas y 25 minutos en ellas cada día, lo que equivaldría a un día de su vida a la semana.

Sumados, los usuarios de las redes sociales del mundo pasarán un total de 3,7 billones de horas en las redes sociales en 2021, lo que equivale a más de 420 millones de años de existencia humana combinada. ¿Pueden creerlo?

Cabe destacar que hay diferencias significativas entre los países. Por ejemplo, los filipinos son los mayores consumidores de redes sociales del mundo, ya que pasan una media de 4 horas y 15 minutos al día utilizando las plataformas sociales, media hora más que los colombianos, que ocupan el segundo lugar. Al contrario, en el otro extremo de la escala, los usuarios de Japón pasan menos de una hora al día en las redes sociales.

Pero ¿cuál es la problemática?

Anteriormente, todo lo referente a las noticias era escrito, evaluado y supervisado por periodistas, un grupo de profesionales con grados académicos que se encargaban de mantenernos al día con información veraz ‒así que mal que bien‒ toda información proveniente de radio, televisión o periódicos era estrictamente supervisada y controlada por profesionales de la comunicación.

Este panorama cambió radicalmente con las redes sociales ‒para bien o para mal‒. Ahora los dueños de la información son los llamados ‘influencers‘, los cuales no necesariamente tienen alguna formación. A pesar de que la enorme mayoría que se establecen como divulgadores y divulgadoras de información serios, lo son, hay grupos que se alimentan de la carroña para poder conseguir seguidores o simplemente son desinformadores de oficio (tierraplanistas, anti vacunas, etc…).

Acontecimientos políticos, cambio climático, avances científicos o movimientos sociales, ningún campo informativo parece estar a salvo de las noticias falsas, bulos, imágenes retocadas, audios modificados y datos no contrastados que se viralizan causando el pánico general.

Si bien es cierto, las redes sociales nos permiten acceso a la información, conectividad o incluso entretenimiento, también han sido testigo de lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) denominó como infodemia, que no es más que una cantidad excesiva de información ‒en algunos casos correcta, en otros no‒ que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y orientación fidedigna cuando las necesitan.

A raíz del aislamiento y distanciamiento físico, los contenidos en las redes se han multiplicado, lamentablemente, gran parte de esta información se trata de noticias falsas o ‘Fake News’, las cuales curiosamente se viralizan 7 veces más rápido que las noticias verdaderas.

Hasta el 25% del contenido relacionado a la pandemia de la COVID-19 puede contener información errónea y dos de cada diez publicaciones tendrían información no verificada. En este sentido, Ramez Kouzy y sus colaboradores, evaluaron el impacto de la desinformación durante la pandemia actual y señalaron que las noticias falsas son un fenómeno que se propaga a un ritmo alarmante e incluso, esto puede constituir un peligro para la seguridad pública.

Es en ese momento que aparecen en escena la desinformación y los rumores, junto con la manipulación de la información de intenciones dudosas. Es sorprendente ver como en la era de la información, este fenómeno se amplifica mediante las redes sociales, propagándose más lejos y más rápido, que el mismo SARS-CoV-2.

¿Cómo contribuye la infodemia a la desinformación?

Los teléfonos móviles con conexión a internet y por supuesto, a las redes sociales han dado lugar a la generación exponencial de información. Cualquier persona con un artefacto de estos y acceso a las redes, puede convertir su idea, video, foto o frase en viral.

Hoy en día, un año después de la declaración de pandemia por parte de la OMS, lamentablemente mucha de esta información es una oleada masiva de desinformación. En otras palabras, estamos ante una situación en la que se produce e intercambia desinformación en todos los rincones del mundo.

Es un hecho que los creadores de contenido falso tienen al miedo como su principal aliado. Este miedo aderezado con incertidumbre y desconocimiento, crean la necesidad de buscar información de donde provenga y es allí ‒en este medio de cultivo‒ donde lastimosamente las personas, utilizando las diferentes redes sociales, hacen de esta desinformación una noticia viral.

Medidas tomadas

Durante la pandemia de COVID-19, los medios de comunicación social se han convertido en un terreno abonado para la desinformación y a pesar de que una de las tendencias en redes sociales durante los últimos años ha sido la luchar contra el protagonismo a las ‘fake news’, todavía queda mucho por hacer en este sentido.

Las redes sociales derivan en ocasiones en espacios de conflicto e intoxicación, pero siguen siendo un potente altavoz. La forma en la que consumimos redes sociales ha cambiado durante el confinamiento, algunos formatos han multiplicado su popularidad quizás porque hora disponemos de más tiempo.

Por ejemplo, los estupendos “hilos” en Twitter o los “directos” de Instagram, son algunos de los formatos que se usan no sólo como canal para ampliar la difusión de sus contenidos, sino también como fuente de información y espacio para entablar conversación con la audiencia a propósito de sus contenidos.

Al mismo tiempo, Twitter y Facebook han intentado contrarrestar la inmensa cantidad de información falsa, de hecho, si se busca información relacionada a COVID-19, estas redes recomiendan en primera instancia páginas oficiales. Whatsapp ahora limita el número de veces que un mensaje puede ser reenviado automáticamente a varios grupos.

La lucha contra las ‘fake news’, una cuenta pendiente

La consolidación de las redes sociales como modelo de comunicación masiva ha hecho que varias plataformas crezcan en usuarios de manera exponencial, sin embargo, algunos informes de distintas organizaciones dan como un hecho probable que en 2022 habrá una cantidad de noticias falsas tan grande que harán muy difícil discernir entre lo que es falso y lo que es verdad.

Está claro que los bulos siempre han existido y es evidente que la solución al problema de la viralización de la desinformación o las noticias falsas es la educación de la ciudadanía para otorgarle más y mejor capacidad de análisis. No es precipitado pensar que la ciudadanía debería recibir un plan de alfabetización digital y una capacitación sobre la obtención de información de calidad en esta era digital, para evitar los ‘trending topic’ no verificado.

Las plataformas de comunicación digital y los medios sociales son estratégicos para la difusión de contenido, pero es importante tener en cuenta que siguen existiendo algunos retos pendientes, y aún queda trabajo por hacer, a fin de garantizar que todo el mundo tenga un acceso justo, democrático y equitativo a una conectividad digital segura.


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Elizabeth Minda-Aluisa