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Last Updated on abril 23, 2021 by Elizabeth Minda-Aluisa


El libro es fuerza, es valor, es poder, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial del amor

– Rubén Dario

Hoy se conmemora el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor y ahora más que nunca, en momentos en que numerosas escuelas en todo el mundo permanecen cerradas, por la pandemia de COVID-19, y las personas se ven obligadas a reducir el tiempo que pasan al aire libre, hay que aprovechar el poder de los libros.

La lectura nos puede ayudar a combatir el aislamiento, reforzar los lazos entre las personas y ampliar nuestros horizontes, al tiempo que estimula nuestras mentes y nuestra creatividad.

Por esta razón el día de hoy quiero recordar la historia de una grandiosa mujer la cual descubrí en un maravilloso libro Mujeres Negras en la Ciencia de la periodista y activista, Zinthia Alvarez Palomino, quien responde la pregunta ¿Conoces a alguna científica negra?

Lamentablemente no existen referentes y es así como este libro y la iniciativa ‘Mujeres Negras que Cambiaron el Mundo’ nos muestran doce micro biografías de mujeres afrodescendientes que realizaron valiosas aportaciones en áreas como psicología, ingeniería, química, biología y entomología.

Doce historias de mujeres muy diversas, pero que tienen mucho en común, todas dedicaron su vida a la ciencia y tuvieron que luchar contra estereotipos asociados a su color de piel y a su género para que sus capacidades, estudios e investigaciones lograran reconocimiento.

Una de estas fantásticas mujeres es la química prodigio que creó el primer tratamiento eficaz contra la lepra, Alice Augusta Ball.

Alice Ball: Mujer en la Ciencia

Alice Ball fue una química estadounidense que comenzó su formación en Química Farmacéutica en la Universidad de Washington y después se trasladó a Hawái para obtener su posgrado. Allí marcó dos hitos: se convirtió en la primera persona afroamericana y la primera mujer en obtener un título de máster en la Universidad de Hawái.

Esta universidad la contrató como profesora de Química, y de nuevo fue la primera mujer y la primera afroamericana en obtener ese puesto. Fue en ese momento cuando comenzó el trabajo por el que sería recordada muchos años después.

A principios del siglo XX, la lepra se propagaba sin freno causando un problema de salud pública para el que no encontraban más solución que el aislamiento. La policía arrestaba a los enfermos y los encerraba, en lo que se denominó leproserías. Entonces, Ball empezó a investigar una cura para esta enfermedad conocida también como enfermedad de Hansen, una enfermedad infecciosa que afecta a la piel, los nervios y las mucosas, producida por la bacteria Mycobacterium leprae.

Durante siglos, médicos chinos e indios habían estado aplicando aceite de chaulmoogra, una especie de árbol que crece en Asia, como principal tratamiento, pero con un éxito moderado: por un lado, podía aplicarse sobre la piel, de forma que proporcionaba cierto alivio pero no penetraba lo suficiente como para tener un efecto profundo; por otro, podía inyectarse, pero al no ser soluble en agua, era difícil hacerlo sin causar un importante sufrimiento a los pacientes, que en muchos casos terminaban abandonando el tratamiento.

Alice Ball trabajando con aceite de chaulmoogra.

Alice Ball logró extraer los principios activos de este aceite, llamados ácido chaulmógrico y ácido hidnocárpico, y con ellos creó el primer remedio soluble en agua y por tanto fácilmente inyectable con el que aliviar y tratar a los pacientes de lepra. Solo tenía 24 años, y a causa de la inhalación de gases tóxicos durante su trabajo, enfermó gravemente.

Aunque este método no era una cura, sí fue un gran alivio para los enfermos de lepra, y el único tratamiento efectivo hasta que se desarrollaron los primeros antibióticos para la enfermedad. A pesar de ello, el nombre de Alice Ball pasó desapercibido durante décadas, hasta que en los años 2000 la Universidad de Hawái lo rescató y le realizó el homenaje que merecía presentando una placa en su honor junto al único árbol de chaulmoogra que existe en el campus.

Esta es una de las historias que el libro ‘Mujeres Negras en la Ciencia’ nos muestra y como dice su autora, Zinthia Alvarez Palomino, busca dar visibilidad a mujeres negras y afrodescendientes que rompieron con estereotipos de raza y género e hicieron historia.

Así mismo, busca identificar referentes positivos asociados a la diversidad étnico-racial. Niños y niñas de nuestra sociedad merecen reconocerse y reconocer su diversidad en personas a las que la sociedad otorga un valor positivo y no únicamente en personas a las que se asocian mensajes negativos, como es el caso de las personas negras y afrodescendientes.

Seguir repitiendo los estereotipos asociados a las mujeres negras y/o afrodescendientes perpetúa la discriminación. Debemos cambiar eso.

Día Mundial del Libro

En este 2021 Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor sumémonos a las palabras de Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, que dicen “Hay que aprovechar plenamente el poder de los libros. Debemos garantizar el acceso a ellos para que todas las personas encuentren refugio en la lectura y puedan así soñar, aprender y reflexionar“.


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Elizabeth Minda-Aluisa